Esperando a los bárbaros

En septiembre de 1936 los requetés cercan San Sebastián. Los dos meses de guerra transcurridos habían mostrado a la población lo que les cabía esperar y el terror se adueñó de las calles. El diario falangista La Unidad cifró entre 45 000 a 50 000 quienes abandonaron la ciudad sobre una población de 85 000, hacia Bizkaia o al exilio; entre ellos, la familia Gurruchaga. Antonio en su propio barco; anclado en el puerto de San Juan de Luz, se perderá en las turbulencias de los años posteriores. Partían confiados de que en dos semanas podrían regresar, una vez se calmase la situación. Dejaron la puerta de la casa abierta y la llave bajo la alfombrilla. La costumbre en el barrio. Quedó atrás su hijo Martín, soldado en Madrid.