Azagra

La reconstrucción del universo de los represaliados es un camino con inevitables imprecisiones. Las notas del párroco Beguiristain, única fuente del periodo, cifra en 62 los azagreses “muertos al peso de la justicia”. De 1946 es la Relación de París, un esfuerzo del nacionalismo vasco en la primera postguerra, con 82 nombres. El general Salas Larrazábal, en 1983, contabilizando los inscritos en el Registro Civil, cifra los fusilados en 53. La fuente fundamental es el trabajo de Jimeno Jurío (La represión en Navarra 1936-1939. Trabajo de campo y archivo. Tomos I y III), con testimonios de familiares entre 1977-1978, que sirvió de armazón al texto N-1936 en 1986, con una lista de 71 asesinados, y al sacerdote Javier García Zabalza, en 1987, cuando inscribe a los fusilados-asesinados en el registro parroquial, que suman 73 al añadir a Gregorio Gutiérrez Alonso (Azagra, n.1903, vecino de Sartaguda) y a Macario Lafraya Malo (Villafranca, n.1902; Registro Civil de Azagra, Defunciones, libro 25, n.º 40). También Ángel Corroza Pajares, encarcelado y muerto en 1952.

La mayoría de estas fuentes se elaboran décadas después de los sucesos, lo que explica algunas dudas (al conformar, en 1977, la lista de fusilados el 6 de septiembre de 1936, dicen: “unas veces nos salen 20, otras 22 y otras 21”. A su vez, el párroco anota en 1987: “nos faltan algunos datos”).

También se repiten algunas imprecisiones:

  1. Figuran Enrique Moreno Luri y su hijo Augusto Moreno Iñigo. El Registro Civil muestra que se erró en la identidad del padre, que es Enrique Moreno Iñigo (n. 15 de julio de 1876). El nombre del hijo es Enrique Moreno Iñigo (n. 7 de octubre de 1911).
  2. Antonio Martínez-Losa Miranda (no Martínez Miranda), nacido en Enciso, La Rioja, el 11-7-1912.
  3. Se desconoce el 2.º apellido de Antonio Losa o su lugar de nacimiento.

Con un criterio inclusivo, deberían considerarse víctimas a consecuencia del levantamiento militar de julio de 1936 a:

  1. Marina Sánchez Luri, viuda de Félix Losantos, fusilado en 1936. Hospitalizada en marzo de 1938, regresa al pueblo enferma y el 25 de abril termina con su vida en el río Ebro.
  2. Juan Sainz Oscoz, cuñado del fugado Andrés Zudaire, fusilado en Madrid 25 octubre 1939.
  3. Cándido Pascual Rada, muerto como topo en 1945.

Hubo otros seis casos de fusilados en Azagra sin ser vecinos, además de Macario Lafraya, el pastor de Argadiel:

1. José Medrano Martínez (Rincón del Soto, La Rioja, 28 de marzo de 1896), soltero, muerto en Azagra el 24 de julio de 1936 (Registro Civil Azagra, Defunciones, libro 25, n.º 42).

2. Francisco Bretón Matute (Rincón de Soto, La Rioja, 1896), alguacil, murió en Azagra el 25 de julio de 1936 por arma de fuego (Registro Civil Azagra, Defunciones, libro 25, n.º 41).

3 y 4. Luis León Jiménez (Cadreita, n. 1884) y José Vicioso Gil (Pradejón, La Rioja, 1905), vecinos de Cadreita, donde figuran en N-1936, y que quedaron en la cuneta, a unos 300 metros del cruce de carreteras local Valtierra-San Adrián y Comarcal Tafalla-Rincón del Soto, en término de Azagra el 16 de noviembre de 1936. (Registro Civil Azagra, Defunciones, libro 29, n.º 355 y 357).

5. Sabino López Jiménez, Corella, 1876, vecino de Cadreita, asesinado en Azagra el 16 de noviembre de 1936 (FDMHN / Archivo Municipal de Tudela, caja 668).

6. Benito Samanes Conde (Arguedas, 21 marzo de 1884 – Azagra 17 de noviembre de 1936), “muerto en una viña de Azagra, cerca de la confluencia de la carretera de Rincón de Soto con la que va de Milagro a Peralta, a consecuencia de los sucesos ocurridos en España” (Archivo Municipal de Tudela, caja 668).

La mayoría de represaliados eran arrendatarios de sus viviendas y cambian de domicilio, como muestra la cantidad de ellos que tienen distinta dirección en el padrón y en el censo de 1935, lo que se agudiza en el caso de algunos foráneos, que ni constan en estos registros.

En el relato que hace el forastero en Iragi como fugitivo del fuerte nombra Azagra. Los anteriores casos sirven para plasmar las dificultades que enfrentan los centros de documentación para cerrar la contabilidad de los represaliados. Permiten concluir que sigue siendo una lista abierta y alimenta la hipótesis de que pudo haber otras víctimas que quedaron en la sombra. El caso de Cándido Pascual Rada y su familia es muestra de ello.