La hipótesis sobre la existencia de un cuarto fugado que alcanzó la frontera se inició con el encuentro fortuito con Gaspar Linzoain, vecino de Iragi, en la montaña navarra.
Gaspar, un niño de seis años que acudía a la escuela de Eugi desde la borda Arago, fue testigo directo del fusilamiento de uno de los escapados en el curso de la fuga de 1938. Seis décadas después, aquella nunca olvidada fuga, retornará desde otro prisma.
En la primavera de 1997, una tarde lluviosa, en Iragi –21 habitantes en ese momento–, entabló conversación con un forastero llegado en un todoterreno grande y oscuro. Residente en los Estados Unidos, había regresado para rememorar los lugares donde había salvado la vida.
Le contó que su padre, de familia pobre en Azagra, entró a trabajar para el ayuntamiento, afiliándose a la UGT. Con el golpe franquista, fueron a buscarlo y al no encontrarlo, se llevaron a su hijo, quien narra la historia. Llevaba comida a su padre escapado, aunque lo acabaron cogiendo y fusilando. A su madre y hermana les causaron agravios y más adelante fueron a vivir a Pamplona. Él era reticente a visitar su pueblo por sus recuerdos de necesidad y sufrimiento.
Al estar la cárcel local llena, fue trasladado al fuerte de Ezkaba. La vida allí era muy penosa y los presos morían. Hacía de monaguillo pues era tiempo que no permanecía en la celda. Se sumó a la fuga en un grupo. Encontraron dos personas, padre e hijo, que estaban segando forraje. Les dieron pan, queso y vino e indican el curso del río Arga. Remontándolo, se encontraba Francia. Pero observó que el más joven se alejaba ligero hacia el pueblo y el grupo temió que avisase a los militares. Denunciar a los fugados, unos peligrosos criminales según lo difundido, era una obligación, y explica que vecinos de los pueblos salieran en su persecución.
En el término de Bardegi, cerca del alto de Egozkue, fueron interceptados. Uno de los fugados, de Azagra, descrito como alto y fuerte, llegó a pelear por el arma del militar y quedó con un golpe en la cara. El visitante le contó sobre ese compañero suyo, que eran siete hermanos, todos altos; uno de ellos, “voluntario” requeté. Gaspar contó al forastero que este soldado, Agustín Zudaire, enterado del fusilamiento de su hermano, acudió a Iragi a enfrentarse a los militares, hospedados en la posada del pueblo.
Con el tiroteo se dispersaron. Gaspar pudo desvelarle que a los que detuvieron los bajaron a Iragi; al estar el cura ausente, fueron conducidos a Urtasun. Allí el párroco trató de evitar su muerte, exponiendo que de la confesión se desprendía que eran buenos cristianos. Uno de los armados, apartándole, se llevó a los detenidos.
El forastero contaba que logró ocultarse en la maleza. Recordaba haber pasado por una zona de peñascales y haber comido habas de una huerta divisando un pueblo a la luz de la luna. Siguiendo la máxima: “de día catalogar y de noche andar”, pudo eludir a los perseguidores hasta llegar a Banca/Banka. Dudando de si había pasado la frontera, se atrevió a preguntárselo a un joven que pastaba las ovejas. Si no estaba militarizado, consideró, era porque ya no estaba en España. Este lo acogió en su caserío. El médico local le sacó una posta de escopeta del brazo. Se recuperó de la herida y del agotamiento. Trabajó reparando caminos, añadía Pilar Belzarena, también en Iragi.
El pastor tenía dos hermanos en EE. UU., pero indocumentado, no podía entrar allí, por lo que de Francia pasó a México, de donde lo reclamaron los hermanos del pastor, con los que estuvo trabajando. Con la Guerra Mundial fue movilizado en el ejército norteamericano, ya que la alternativa era la repatriación. Hizo un curso de tanquista y estuvo en Europa como suboficial. Al regresar, con los conocimientos de mecánica, puso un negocio de transporte, que prosigue su familia (de madera, precisan dos jóvenes, interlocutores también del extraño en la puerta del fuerte).
Gaspar le dijo al forastero que él tenía un hermano, Abdón, en las Américas –en Red Bluff, California–, trabajando para uno que le llamaban el italiano, a quien el forastero reconoció en la conversación. Era hijo de italianos, si bien él ya era nacido en América. Sobre la población de la que procedía el visitante, Gaspar dudaba entre Chico y Chino, ambas en California, si bien Red Bluff es cercano a Chico.