El golpe militar de julio de 1936

Las imprecisiones y lagunas expuestas obligan a volver la mirada a los sucesos de ese cruento verano en esa localidad de la Ribera, tratando de reconstruir los hechos y sus protagonistas.

La tarde del 18 de julio, el alcalde Francisco Castro reúne a los suyos y, armados con escopetas, toman el control del pueblo. Un grupo se aposta en el Plano, en la carretera a San Adrián; de madrugada, tirotean un coche de la Guardia Civil que regresaba de Tafalla. El vehículo sufre ocho impactos, pero ningún ocupante resulta herido. Esa noche se mantienen en vela, patrullando las calles, pero al atardecer del domingo 19, la Guardia Civil y armados llegados de Estella, reforzados con falangistas y requetés, imponen su dominio, se inician las detenciones y fusilamientos, y las izquierdas escapan como pueden.

“Muchas personas se escaparon al campo donde permanecieron escondidas durante el día para salir a la noche. Pero la mayoría, que no pudo o no quiso escaparse, iban siendo detenidos poco a poco (la entrega de los escapados se forzaba por presiones sobre sus familiares, como atestiguaba el capitán retirado Santiago Bella, en sede judicial), abarrotando la cárcel del Ayuntamiento hasta el extremo de verse obligados a habilitar para los presos la sala donde ensayaba la Banda de Música”.[1] La aglomeración motivará el traslado de un numeroso grupo al fuerte.

El comandante del puesto de la Guardia Civil, Máximo Arbeloa, levanta atestado y toma declaración por la agresión en el Plano a siete implicados (Julián Corroza, Basilio León, José San Vicente Artayer, Paulino Gutiérrez, Andrés Zudaire, Jesús Hernández Bravo y Gregorio Berisa León), y en la tarde del día 31 de julio los conduce a Pamplona, donde declaran en el fuerte de San Cristóbal el 4 y 5 de agosto.

Otros doce detenidos por participar en patrullas callejeras la noche del 18 de julio (Marcelino Gaínza, Ángel Íñigo Hernández, Manuel Luri Osés, Casimiro Marcilla, Críspulo Martínez Pardo, Jesús Martínez Sobejano, Agustín Moreno, Isidoro Oscoz, Antonio Prado, Aurelio Íñigo Martínez, Julio Martínez Serrano y Jesús Sobejano Sola) los acompañan, según data el sumario 595 que los juzga.

Cirilo León Torres, Santiago Sola Serrano y Julio Sola Sobejano también van en el traslado, según consta en sus expedientes penitenciarios. Permanecerán en el fuerte como presos preventivos, sin causa ni juicio, hasta el 23 de agosto de 1937 que pasan a la prisión provincial. En octubre de 1937, el gobernador militar les concede la libertad, “recomendándoles que no es conveniente que vuelvan a los pueblos de su residencia habitual”.

Julio Iñigo Gurrea engrosa el grupo que ingresa el 31 de julio.[2] Sale el 2 de marzo de 1937, es detenido nuevamente en Logroño e ingresado en la prisión provincial de Pamplona, de donde es sacado el 5 de abril y asesinado.

Gloria Gran añadía otro trasladado, su padre, Heliodoro Gran: “el 31 de julio se llevaron a mi padre, a mi marido y a todos al Fuerte”.[3]

En la comitiva se encontraba también Constante Cerdán. Entrevistada para el libro Tejiendo redes (2017), María Luz, hija de Agustín Moreno, dice: “Durante el camino –de Azagra a Pamplona– les amenazan en Peralta con fusilarlos […]”. A su vez, Basilio Cerdán contaba en 1977 a J. Jurío: “Cuando llevaron a mi padre de aquí al fuerte, los querían matar en la carretera; y había aquí un cabo o un sargento que se echó el fusil a la cara y dijo: “¡estos señores van al fuerte! A estos que vienen aquí no los mata nadie”.[4] Estos testimonios muestran que, en el traslado al fuerte, unos pistoleros buscan acabar con los detenidos, a lo que se opone el cabo de la Guardia Civil, M. Arbeloa. Los homicidas no cejarán y esperarán, pacientes, al exalcalde Cerdán para segar su vida en junio de 1937 en la puerta del penal.

Otros azagreses entran en el fuerte esos meses: Eduardo Luri Amigot el 26 de julio; Jesús Zudaire Corroza el 10 de agosto; Mario Iñigo León y Félix Luri Navarro, el 2 de octubre, desde la cárcel de Azagra. Francisco Castro, Emiliano Jiménez, Gonzalo Luri López y Francisco Prado son capturados el 6 de octubre en Uztarroz, en la línea fronteriza con Francia, y conducidos al fuerte. El alcalde Castro será fusilado el 1 de febrero de 1937.

¿Qué ocurre con los que huyen a los campos?

Juan Jesús Virto, en Algunas aportaciones a la historia de la Guerra Civil de 1936 en Navarra: “[…] los elementos de izquierda más comprometidos cruzan el Ebro o se refugian en el campo, donde coinciden con fugitivos de las poblaciones vecinas […] muchos de ellos se ocultan en regadíos cercanos, fascales de mieses o en corrales de ovejas desperdigados por el campo […] Los izquierdistas deambulan sin rumbo por las orillas del Ebro –algunos logran refugiarse en las montañas de Soria- […] Los días 19 y 20 de julio varios vecinos de Peralta y Funes comunican a la Guardia Civil del puesto de Peralta que en un corral de albergar ganado sito en el término de Azagra, se había concentrado gente huida de los pueblos de Azagra, Andosilla, Funes, Peralta, Rincón de Soto y Aldeanueva de Ebro […] El comandante ataca el corral de los refugiados el día 21; unos sesenta hombres rodean el corral, causando a los encerrados algunas bajas. Perseguidos de cerca, los izquierdistas abandonan como pueden el corral para desperdigarse por los campos. Parte de ellos cruza el Ebro y otros encuentran refugio en un soto próximo”.

Los huidos de Azagra compartieron su suerte con los de los pueblos vecinos. Es el trasfondo histórico para valorar un comentario de Pilar (n.1931) en 2013: su padre, Julio Martínez Serrano, ingresó en el fuerte en diciembre de 1938, procedente de la prisión provincial. Supo que, en el momento de la revuelta, los presos de su pueblo estaban en la misma celda y allí permanecieron, desconfiando de los sucesos. Andrés Zudaire compartía celda, pero alternaba poco con los suyos. En el momento decisivo, tomó diferente rumbo: se fugó. Con alguien de su confianza, quizá de la zona, pero ya no del grupo de Azagra. El destino compartido de los huidos en 1936 con otros vecinos riberos pudo repetirse en la fuga de 1938.

 


[1] Navarra 1936, de la esperanza… p. 136.

[2] Expediente penitenciario, DG de Instituciones Penitenciarias.

[3] José M.ª Jimeno Jurío, La represión…Tomo III, p 351 y 355. Aunque figura como fuente en la entrevista de 8 de octubre de 1977 Francisco Prado, Gloria Gran estaba presente, como se constata en p. 355.

[4] José M.ª Jimeno Jurío. La represión … (1936-1939). Tomo III, p. 360. Aunque se señala como fuente a Elena Virto, en la entrevista de 8 de octubre de 1977 también estaba su marido, Basilio Cerdán, que es quien interviene para hablar de su padre, Constante. El padre de Elena, Javier Virto, permaneció en el pueblo ese tiempo, como se refleja en otros momentos del texto.