Los castellanoleoneses suman el mayor porcentaje de presos, evadidos y muertos en la fuga. Ahora toca destacar su agraciada presencia entre quienes ganan la frontera. Dos jornaleros y un minero. Ese bagaje vital les otorgaba una especial dureza ante la adversidad. El instinto de supervivencia, y el azar hicieron el resto. Quizá su ignorancia del terreno pudo ser su aliado, dado que, desconociendo cruces de río, portillos y vericuetos, su errático avance hacia la frontera, fuera de los caminos trillados, les permitió eludir a sus feroces perseguidores, allí apostados.
Para ellos la vida no fue fácil. Ingresados los tres en el fuerte en el verano de 1937, en el momento de la fuga tenían 22, 30 y 38 años. Cruzaron la frontera por pasos cercanos, con tres días de diferencia.
¿Coincidieron y celebraron su libertad? Un informante del Servicio de Información franquista comunica a su central en Irún que en la tarde del 5 de junio se había visto “en Hendaya a los tres evadidos de la cárcel de Pamplona que se habían dirigido al restaurante Choco-Ona, donde acuden todos los rojos”. Ninguno de los tres dejó constancia de ese encuentro, pero es verosímil, pues Jovino había llegado el día anterior. A su vez, José Marinero muestra que sabían de Jovino cuando, en 1942, se declara “el tercer afortunado que pudo llegar a Barcelona”.
Sin margen para reponerse de su extenuante cautiverio y huida, por la presión de la política francesa sobre estos refugiados, regresan a la zona republicana. Los tres cruzan nuevamente la frontera en La Retirada entre febrero y marzo de 1939, para sufrir encierro en los campos franceses. Los antiguos presos vuelven a ser recluidos. Valentín y Jovino son enviados a batallones de trabajo. El primero en Meysac, el otro en Decazeville, separados a un centenar de kilómetros. Mientras José embarca para México. Los tres proscritos murieron en el exilio.
Barcarés, Argeles, S.Cyprien.
Presentación del libro en el 75 aniversario de la fuga. De izda a derecha Cristina Plaza Lorenzo, sobrina-nieta de Valentín Lorenzo; Ana, hija de Jovino Fernández; Pilar, hija de José Marinero, y el autor del texto.
La política de los gobiernos franceses fue hostil hacia los republicanos, tanto la denominada de NO Intervención hasta 1939, como la del gobierno colaboracionista bajo la ocupación alemana en 1940. Las circulares policiales rezuman hostilidad hacia estos exiliados “que bajo esa etiqueta esconden en muchos casos a malhechores o anarquistas que constituyen un grave peligro para la seguridad pública” (circular de 10 de abril de 1939). Recluyeron a quienes cruzaron la frontera en “campos de acogida” como Barcarès, Argelès-sur-Mer o Saint Cyprien, cuyas pésimas condiciones buscaban desalentar su permanencia en Francia.
Para los refugiados originados por la caída del frente Norte dispersos en campos del Rosellón se habilitó el campo de Gurs, en el Bearne. Junto a ellos, otros republicanos, miembros de las Brigadas Internacionales, y después unos 30 000 judíos y cientos de gitanos. Su cementerio guarda las sepulturas de 1170 prisioneros. Fueron centros de reclusión imperativa, alambrados y donde las duras condiciones ocasionaron una alta mortandad. No figuran en los programas escolares de Francia, como lo están los campos nazis. Otros borrados de la historia.
J.J. Virto, en Organización y censo de refugiados navarros en Francia, ofrece una relación de navarros refugiados, que alcanzaban los 500 en 1946; de ellos 17 en Alduides, 5 en Urepel y 13 en Banca, si bien no todos los exilados se quedaron hasta 1946 o fueron anotados. En Banca se archivan los listados de refugiados a causa de la guerra: mayoría de baztaneses, pero José Lasheras, de Buñuel y Felipe Gordo, de Cáceres, llegan en enero de 1940, procedentes de Gurs.