Un extenso cementerio sin paredes y sin flores.

¿Dónde está enterrado Pico, el cerebro de la fuga?

Las declaraciones de sus compañeros apresados lo ubican en Juslapeña. El fiscal del sumario 1916 anota a mano: fusilado. El asiento registral de su defunción deja en blanco el apartado lugar de entierro. Revisando los sumarios, no se hace mención a su paradero.

No es Leopoldo Pico el desaparecido. Lo son dos centenares de los fugados muertos.

Ninguna de sus 189 inscripciones del Registro de Ansoain anota el lugar de entierro, como era preceptivo. Así, Cipriano Fernández fallece la víspera, 21 de mayo, y se señala el cementerio de Loza como lugar de entierro.

¿Dónde quedaron?

En fosas colectivas en lugares aislados, como en Olabe, Burutain o Lantz. La tónica, a partir del amplio muestreo que dan las fosas exhumadas, es su entierro in situ. En la mayoría de los casos, por el vecindario del lugar. Las regatas y bellos bosques entre el fuerte y la frontera se hallan así jalonadas de desconocidas fosas de dos centenares de fugados. Dibujan un difuminado cementerio sin paredes ni puertas.

Un extenso cementerio también sin flores: las familias no recibieron notificación alguna –se les remitieron sus magras pertenencias carcelarias sin explicación, como contaba Andrés, familiar de Calixto Carbonero–, y de su muerte tuvieron noticia a lo largo de los años por medios indirectos, como otros presos que quedaron en libertad; así lo cuenta Begoña Alzuaz sobre su hermano Juan, por lo que difícilmente pudieron conocer su lugar de entierro o reclamar sus restos.

“La única información que teníamos la familia acerca de su muerte, y así nos la trasmitió mi abuelo, es que había sido fusilado en tiempos de guerra. Será durante la posguerra que sus hermanos se enteren de la noticia de su fusilamiento sin saber dónde encontrar su cuerpo”. María, sobrina nieta de Fernando Garrofé.

“Cuando en el pueblo se oía que volvía alguien del Fuerte, la abuela María iba a preguntar si sabían algo. Supongo que, en algún momento, años después, alguien le confirmó la muerte de su marido” (de la familia de Andrés Rodrigo).

Crisanto Mainz declara en junio de 1939 sobre su hijo Vicente: “Hasta la fuga escribía con bastante frecuencia, pero a partir de dicha evasión carece de noticias por lo que ignora en absoluto su paradero”. Fue en la década de los años ochenta, cuando leyeron su nombre en un artículo de prensa sobre la fuga, que tuvieron certeza de lo sucedido.

En Salamanca, mayo de 2018, Amable Fraile se sobresalta al escuchar en la radio, en una entrevista matutina, los nombres de los once salmantinos muertos de la escapada. Su tío Ángel era uno de ellos. Supieron de su muerte en el fuerte, explica, pero nada acerca de que se había producido a consecuencia de su evasión.

Josefa Mata, esposa del leonés Leandro Casado, escribía al director del Fuerte el 24-2-1944: “[…] haciendo mucho tiempo que no tengo noticias de él, le ruego por caridad me comunique si es vivo o muerto, pues me encuentro en la última miseria con cinco hijas y una nieta, sin otra cosa que la noche y el día”.

Máximo Sainz también murió. Su madre, María, a falta de notificación oficial, gastaba su dinero en pitonisas y adivinos para indagar sobre su lugar de entierro, cuenta su familia.

Sin embargo, los responsables del operativo de captura supieron el lugar de entierro de los ejecutados, de los recuperados y de la mayoría de los no recuperados, pues la distinción entre unos y otros es ficticia: fueron enterrados con su conocimiento y el lugar de entierro fue ocultado.

Una lectura pormenorizada de los papeles es aclaratoria.

No identificados

No identificados

El

proceso de identificación de los muertos en la refriega fue ciertamente precario. Una circular del gobernador civil de 2 de junio de 1938 requiere a alcaldes y Guardia Civil los nombres o señas de los individuos sepultados en los primeros días, a fin de determinar sus identidades. Desbordados por su magnitud, ejecuciones y entierros se habían practicado de modo atropellado, sin llevar a cabo en todos los casos su identificación, que más tarde no siempre era posible: “En Nágiz y Txaraka quemaron con gasolina numerosos cadáveres después de repartirse sus pertenencias”.[1]

Sobre los 187 recuperados, los informes certifican que fueron plenamente identificados. Sin embargo, su lugar de entierro no se anota y queda envuelto en una nebulosa.

Los restantes nutren una lista de no identificados; los informes del 13.º Tercio de la Guardia Civil del 6[2] y 15 junio[3] anotan sobre varios de ellos “nombre falso”. Los capturados, sabedores de su fatal destino y para dificultar la tarea de sus ejecutores, dieron identificaciones falsas. Así, incluyen a José Novoa Álvarez, fallecido en el fuerte el 13-12-1937, suplantado por algún conocido antes de su ejecución. De Abundio Carrasco se dice: “Se le dio por muerto el día 24 de mayo y como este individuo no llegó a fugarse, su nombre lo dio otro al ser detenido, que más tarde resultó muerto al intentar huir”. En los que siguen, se interroga a los capturados: “…Dijo ser de Rivadavia”; “Dio el nombre de Lorda”; “…dijo ser asturiano”; “Dijo ser de Eusa… y se añade: muerto al intentar huir”. En otros consta: “enterrado el 26 en monte de Egozkue”; “enterrado el 26 en Olave…”

En conclusión: la mayoría de esos 19 fueron capturados, interrogados, ejecutados y enterrados, aunque no correctamente identificados. En el Boletín Oficial de Navarra de 29 de julio se les consideró no recuperados y declarados en rebeldía.[4]

Resulta inverosímil que los informes señalen –aunque genéricamente– sus puntos de entierro y no se hiciesen informes similares sobre los otros 187, cuando eran conocidos sus nombres y lugar de captura. ¿Esa información reposa, velada, en algún archivo?

El mutismo, la ocultación en la que envolvieron aquellos hechos los despechados matarifes, marcó el destino de los 206 ejecutados. Su lugar de entierro quedó en un limbo legal. En los cementerios que rodean el monte Ezkaba, incluido el de las botellas, yacen cientos de presos muertos en esa prisión. Ninguno corresponde a estos 206 fugados.

Se han desvelado los lugares de entierro de Vicente Mainz (Elia), Andrés Zudaire (Urtasun), Pablo Redín (Antxoritz), Vicente San Martín (Agorreta), José Garmendia (Ibero), Leoncio De la Fuente y Emiliano Miguel (Larrasoaña), Ramón Haro (Usetxi), Vicente Mejuto y José Varona (Berriozar), Francisco Lecea y Máximo Sainz (Olabe). Isidro López fue registrado en Eugi, en noviembre de 1939, por remisión de certificación eclesial del párroco, presente en su ejecución. En 1950, al localizarse por azar sus restos, se ordena judicialmente su traslado al osario del cementerio de Zubiri, donde al parecer fue igualmente trasladado Alejandro Gómez desde Leranotz. También es conocido el lugar de entierro de los 45 fugados que, capturados, murieron en el fuerte entre 1938 y 1943.[5]

La enormidad del número de desaparecidos da crédito a otras fosas de las que hay indicios, como la del fugado ejecutado en Leazkue que contaba José Arregui, fallecido en 2012 sin señalar su ubicación exacta, o la del fusilado en Belate por el teniente Asensio, o la de aquellos que pudieron ser quemados, sin testigos incómodos o sin vecindario que los inhumase, como en la zona del monte Txaraka o Aldaun.

Otro resquicio lo ofrecen nuevos hallazgos fortuitos como los habidos en 1943, 1950 y 1999, con motivo de una saca forestal en Leranotz, la ampliación de una cantera en Eugi o de una carretera en Olague.

Desde 2014 se inhuman en un espacio del cementerio de Pamplona las personas desaparecidas, víctimas de la Guerra Civil o la dictadura franquista exhumadas y no reclamadas por sus familiares. Ahí son depositados los restos de fugados localizados y sin nombre. El panteón dista escasos treinta metros de donde fueron enterrados los catorce dirigentes de la fuga fusilados en la Ciudadela el 8 de agosto de 1938 y cuyo rastro se perdió con el tiempo. Un reencuentro inesperado.

Dos centenares de desaparecidos. Dos centenares de fugados sin identificar. No se requieren doscientas respuestas, tan solo una: enfrentar una herida mal curada y solventar esta anomalía.

Aletheia, Desocultamiento

En 2011 se reguló un Protocolo de Exhumaciones para que familiares, ayuntamientos y entidades memorialistas dispongan de un instrumento de actuación científica en esa labor. En 2013 se elaboró el Mapa de Fosas de Navarra, que va incorporando nuevos hallazgos. También en 2013 se aprobó una Ley Foral de reconocimiento y reparación de los asesinados y víctimas del golpe militar de 1936 en Navarra. Un acuerdo parlamentario de 2009 y un convenio con la Universidad Pública de Navarra permitieron en 2011 la creación del Fondo Documental de la Memoria Histórica de Navarra (FDMHN). En 2018 se crea el Instituto Navarro de Memoria, que despliega novedosas propuestas, como las Escuelas con Memoria, dirigida a las nuevas generaciones. En octubre de 2022, la Ley de Memoria Democrática asume como política de Estado la búsqueda de personas desaparecidas durante la Guerra de España y la Dictadura, a la vez que promueve la declaración del Fuerte de San Cristóbal como Lugar de Memoria.

El primer expediente de exhumación de estos fugados al amparo de esa legislación, referido a tres ejecutados en Elía, fue aprobado en noviembre de 2014 por el ayuntamiento del valle de Egüés y efectuado en enero de 2015. En abril de 2015 fue el ayuntamiento de Berriozar, exhumando otros cuatro. En ese 2015, un nuevo ejecutivo en Navarra toma el relevo y acomete un plan sistemático de exhumaciones. El año se cerró con el acuerdo del valle de Olaibar para intervenir otra fosa colectiva en Olabe, exhumada en enero de 2016. Esteribar aprobó el 28 de enero de 2016 hacer lo propio con la fosa de Agalde, y Juslapeña el 11 de febrero respecto a varias fosas en su término. En septiembre de 2016 se exhuman otros tres en Usetxi; en 2017, en abril, seis en Burutain (valle de Anue); en el mes de junio, cuatro en Urtasun, dos en Lintzoain (valle de Erro). En 2018 Olabe repite fosa, esta vez en las huertas, en febrero; y en el valle de Esteribar, tres en Urdaniz en marzo, dos en Leranotz en mayo, cuatro en Larrasoaña en junio, y otros tres en el cementerio de Etulain (Anue) en diciembre. En marzo de 2019 se recuperan dos de la sima de Ardaiz (Erro) y en otoño, en las exhumaciones de Iruzkun, en Ollacarizqueta (Juslapeña), un número inconcreto corresponde a fugados. El número creciente de exhumados –medio centenar, catorce fosas– alimenta las expectativas de su identificación a partir de la creación de un banco de ADN en 2017.

Nostalgia de la luz. El capítulo se cierra con otro paralelismo entre quienes buscan la luz emitida por los cuerpos celestes y quienes buscan cuerpos de los desaparecidos. En un universo en expansión las estrellas se alejan, pero nunca antes supimos más de ellas. Como sucede con estos olvidados, después de décadas.

¿Por qué los desenterramos?

La invocación a las familias es la primera respuesta. Los allegados de los fugados ejecutados fueron ignorados, condenados al desasosiego de quienes buscan los restos de los suyos a lo largo de una vida. Las exhumaciones tienen ahí un efecto cauterizador. Conocer el paradero, dar sepultura, llevar flores, cerrar el duelo. Un signo civilizatorio en todas las culturas, desde la prehistoria, es enterrar a los nuestros. Sonroja tener que demandar tan elemental justicia.

Pero las exhumaciones actúan también como una suerte de liturgia de reparación social. Remover los restos, y con ellos, el pasado. Brindan la ocasión a la sociedad de mirarse a sí misma y revisar ese episodio de su historia.

En las aguas del embalse de Eugi.

Mapa Iroxo y Zokolu

Mapa Iroxo y Zokolu

 


[1] Navarra 1936, de la esperanza… p. 313.

[2] Fondo Documental de la Memoria Histórica de Navarra (UPNA). J. M.ª Jimeno Jurío. Cendea de Ansoain-Fuerte de S. Cristóbal, Informe de la Guardia Civil de 6 de junio de 1938.

[3] Ver Anexo: Los Olvidados. Archivo de Capitanía Militar de Navarra, sumario 1917, f 36 y 36v.

[4] Ver Anexo: BON de 29 julio de 1938, listado de los 19 fugados muertos no recuperados y declarados en rebeldía.

[5] Ver Anexo: Los Olvidados. Lugar de entierro de fugados capturados y fallecidos en el fuerte.