Dos centenares. El criterio para matar no pudo ser la tenencia de las armas incautadas a la guarnición: no encaja tanto muerto para 67 fusiles, abandonados en el monte, como contaba Edmundo Méndez que hizo con el suyo, o el localizado por Ángel Esquiroz, vecino de Maquirriain, a la siega del cereal. En junio, terminado el operativo, se comunica: “faltan por recuperar 61 fusiles, de los que cinco están a su disposición en el Fuerte”.[1]
De los testimonios sobre las fosas localizadas, valle a valle, se detectaba una elevada mortandad en el jueves 26 de mayo: Olabe (16), Burutain (6), Anocibar (5), Marcalain (5-6) o Endériz (1). Fermín Amorena (Anotz, n.1926), en grabación realizada por la Sociedad Aranzadi, alumbraba el motivo: se recibió la orden de ejecutar en esa fecha, día de la Ascensión, a todo capturado.
Un libro de registro anotaba en el fuerte la fecha de reingreso de los detenidos. Los días 23, 24 y 25 inscribe, respectivamente, 254, 185 y 81. El jueves 26, uno.
La documentación del Archivo Militar de Ávila lo reafirma. El Cuartel General del Generalísimo envía desde Burgos la misma noche del 22 de mayo a dos altos oficiales, el coronel Alfonso Villanueva, de la inspección de fronteras, y el capitán Ramón de Dalmases Villavechia, marqués de Mura, adscrito al SIPM, la inteligencia militar, comisionados para explicar lo sucedido y el desarrollo del dispositivo de persecución.[2] Destituidos el gobernador militar y el director del penal, recae en ellos la dirección del operativo.
La declaración del penado Federico López, exjuez, indultado más tarde, confirma su presencia: “En las primeras horas de la madrugada del día 23 de mayo fue llamado por el Juez Instructor teniente coronel Juan Hidalgo, que inició el Sumario por estos sucesos. Más tarde fue nuevamente llamado por el coronel auditor José Casado, acompañado del Marqués de Mura para que hiciese una relación verbal de los hechos y a la tarde, nuevamente fue llamado por el Gobernador Militar, Carmelo García Conde y el Duque de Tamames”.[3] El instructor recoge en su Informe estos encuentros. Dos aristócratas entre quienes dirigen –en la sombra– la despiadada persecución. Enfrente, una legión de jornaleros, zapateros y otros desposeídos.
Día a día, el coronel Villanueva detalla el trascurso del operativo. Hasta las 23 horas del día 25 son 528 los detenidos y 73 los muertos, uno de cada siete. A partir de entonces, se desata la furia contra los contumaces. De los 267 restantes, son más los fusilados (133), que los que son reintegrados al fuerte (131). Tres alcanzan la muga. Ese fue el criterio.
Conscientes del brutal incremento de ejecutados del 26, excepcionalmente, añaden en el informe correspondiente a ese día: “El aumento del número de muertos se debe a haber encontrado resistencia una fuerza que preparó una emboscada por las carreteras de Velate e Irurzun”. Estrafalaria justificación que no encaja con la dispersa y atomizada miriada de perseguidos: ese día se fusila en distintos valles, desde Olabe a Burutain, de Endériz a Anocibar.