Inscritos en su localidad natal: Valeriano Álvarez en Alcalá la Real (inscrito en 1945); Agustín Ayuso en Quintanar de la Sierra (1943); Tomás Cárcamo en Santo Domingo de la Calzada (1942); Leoncio De la Fuente en Fresno el Viejo (1942); Aurelio Villa en San Andrés de Rabanedo (1945); Andrés Zudaire en Azagra (1941); Vicente San Martín en Pamplona (1940) y Fernando Garrofé Gómez, en Bilbao (1943).
Los Registros civiles de la antigua Cendea de Ansoain y Pamplona sirven para determinar los cementerios donde fueron enterrados algunos de los 45 fugados capturados que murieron en el fuerte, pero que no constan en la lista oficial de muertos en el penal.
Aquellos que murieron entre 1942 y 1945, mayormente de tuberculosis, fueron enterrados en el llamado Cementerio de las botellas. Cuando algunos concejos protestan porque la alta mortandad de reclusos satura sus cementerios, se construye el cementerio anejo al penal, que recibe ese nombre, pues junto a los cuerpos se entierra una botella con un papel indicativo de su identificación, que no siempre se ha conservado por efecto del tiempo:
Nemesio Villán, Alfonso Rodríguez, José Antúnez y Félix Martín llegaron a salir en prisión atenuada entre 1940 y 1941 y reingresaron en el fuerte el 26 de enero de 1942, para morir allí ese mismo año.
La situación de los presos en el fuerte mejoró después de la fuga. Contó en ello un capellán humanitario, J. Manuel Pascual. Se alivió respecto a una situación previa que rondaba el exterminio, en la que el anterior capellán, el salesiano Miguel Riera, se paseaba con pistola al cinto. En las postales enviadas a la familia, el número de líneas de escritura permitidas pasaron de ocho a quince. Se suavizó, pero con matizaciones. Con 45 matizaciones, en lo que respecta a los fugados que, capturados, murieron allí entre 1938-43.
Desde 2007, la Sociedad de Ciencias Aranzadi, con la decidida colaboración de la asociación Txinparta, ha llevado a cabo 45 exhumaciones, del total de 131 sepulturas, para entregar sus restos a los familiares.
1. Ya en el primer caso, de Abundio Carrasco se dice: “Se le dio por muerto el día 24 de mayo y como este individuo no llegó a fugarse, su nombre lo dió otro al ser detenido, que más tarde resultó muerto al intentar huir”. |
2. Ahorcado el día 24 en Ostiz -resulta inverosímil que nadie se fugue para suicidarse-. Unos 30 años, altura regular y pelo castaño. Cicatriz encima de la ceja izquierda. Según cita Josu Landa, puede corresponder a Luis Horas, quien había sido boxeador en Luchana. |
3 y 4. El capturado Carlos López declara que la noche del 23, al atravesar el río Ultzama, tres compañeros suyos se ahogaron. Uno fue localizado e identificado: Urbano Huertas. |
5. Enterrado el 24 en los montes de Sorauren. De unos 35 años, rubio, 1,66m, chato. |
6. J. Fernández -dato falso-. Enterrado en monte de Anocibar. Unos 46 años. |
7. Nombre falso. Enterrado el 24 en montes de Olave. Unos 42 años. |
8. Nombre Dijo ser de Ribadavia, lo que no coincide con ninguno de la lista de muertos no recuperados. Enterrado el 24 en montes de Olave. |
9. Nombre falso, y de ¿Mofera? Enterrado en monte de Olague. 25 años. |
10. Enterrado el 24 en monte de Ostiz. De unos 45 años, estatura regular. |
11. Enterrado el 26 en monte de Endériz. Dio el nombre de José Lorda, pero se encontraron en su cadáver documentos argentinos y notas dirigidas a un abogado de Pamplona de ese nombre, vicecónsul de Argentina. |
12. Enterrado el 26 en monte de Burutain (Anue). |
13. Nombre falso. Enterrado el 26 en monte de Egozcue. |
14, 15 y 16. Nombres falsos. Enterrados en monte de Olave. |
17. Nombre falso. Enterrado el 26 en Olave. |
18. Nombre falso. Enterrado el 26 en Olaibar. Cita que es de Eusa, Soria, que no existe allí, pero sí en la ruta del fuerte hacia el valle de Olaibar. |
19 y 20. Nombres falsos. Enterrados el 28 en Elcarte. |
21. Nombre falso. Enterrado el 27 en Orrio (Ezcabarte). |
22. No identificado. Enterrado en Burutain. Dijo ser asturiano y llevaba zapatos tomados de otro fugado muerto en el monte. |
23. No identificado. |
24. No identificado. Dijo que en el monte de Olague había quedado otro con un tiro en el vientre, al que se supone muerto. |
(Boletín Oficial de Navarra de 29 de julio de 1938)
Nº Registro | Apellidos y Nombre | Lugar de nacimiento, edad y altura |
2315 | Allo Sabor, Juan | O Grove, Pontevedra, 24 años, 1,68 m. |
1633 | Bercial Garzón, Demetrio | Nava de la Asunción, Segovia, 27, 1,60 m. |
2388 | De la Iglesia Sánchez, Evaristo | Ourense, 22 años, 1,79 m. |
549 | Del Amo García, Fermín | La Unión, Valladolid, 33 años, 1,60 m. |
1064 | Del Río San José, Simón | Villlalba de Alcores. Valladolid. 26 años. 1,74 m |
2490 | Garijo Hoson, Miguel |
Elgoibar, Guipúzcoa, 44 años, 1,62 m. |
1432 | Garmendia Iriondo, José | Ondárroa, Guipúzcoa, 45 años, 1,74 m. |
1280 | González Borrego, Francisco | Salamanca, 26 años, 1,61 m. |
372 | Iglesias López, Gregorio | Medina Campo, Valladolid, 40 años, 1,66 m. |
2664 | Lahera López, Jorge | Santa Cruz, Toledo, 22 años, 1,68 m. |
2304 | Limeres Campos, Secundino | Arcos, Pontevedra, 25 años, 1,61 m. |
1705 | López Santos, Domiciano | Castrejón, Valladolid, 40 años, 1,66 m. |
573 | Muñoz González, Manuel | Salamanca, 22 años, 1,62 m. |
1018 | Paredes Menéndez, Benito | Avilés, Asturias, 21 años, 1,715 m. |
2100 | Pedrosa Prado, Ceferino | Sahagún, León, 31 años, 1,65 m. |
1134 | Rey Urcera, Manuel | Villagarc. de Arosa, Pontevedra, 24 años, 1,56 m. |
1013 | del Román Méndez, Julio | Valladolid, 21 años, 1,63 m. |
2513 | Sancho Sancho, Paulino | Carbonero el Mayor, Segovia, 32 años, 1,64 m. |
1518 | Villar Cimadevilla, Enrique | Cruces, Pontevedra, 30 años, 1,70 m. |
El caso de José ilustra sobre los mecanismos de eliminación física de opositores en aquel periodo. Llega al fuerte en julio de 1937. Se ve involucrado en la fuga, pasa la primera noche a la intemperie y al día siguiente, dudando de sus posibilidades, decide entregarse a la Guardia Civil, y es conducido en una camioneta a la cercana cárcel de Villava. Un grupo de matones, movilizados en el dispositivo de captura, de filiación requeté, lo sacan de las dependencias al día siguiente y lo conducen a Ibero. Previamente, a instancias del taxista que los acompaña, es confesado por el párroco de Ororbia, Norberto Echavarne. Más adelante, un religioso organista de Pamplona, Segundo Egaña, notifica a una hermana del ejecutado su muerte. La viuda, Trinidad Eguía, se desplaza al lugar, donde el párroco de Ibero le certificará en 1941 “que fue fusilado el 24 de mayo y enterrado junto a la orilla del río Arga”, con lo que podrá llevar a cabo la inscripción tardía de su defunción. Trinidad coloca a pie de un chopo ribereño junto a la fosa una herradura, pero cuando regresa posteriormente los árboles han sido cortados y se desorienta respecto a la ubicación.
En el Alto de las Tres Cruces de Ibero fueron asesinadas 73 personas, tanto por falangistas como por requetés al servicio de la Junta Carlista de Guerra. Las exhumaciones llevadas a cabo en 2015 son complementarias a las realizadas por familiares en 1978. El Alto fue declarado Lugar de Memoria en 2018.
Hay un antecedente sobre el trayecto que hizo José Garmendia: Esteban Muñoz, encarcelado tras el golpe de 1936. Sale de prisión, pero en septiembre es detenido nuevamente por tres convecinos de Villava: Ananías Fernández, Marcos Olóriz y Antonio Asensio, falangistas, que lo trasladan a Ororbia, donde después de confesado por el párroco Echavarne es ejecutado.[1]
El sumario 775/1936 sobre la tentativa de fuga de julio de 1936, confirma el frecuente uso criminal de este lugar. Astruch logra llegar a Aizoain. En la carretera, un coche con tres falanges lo detiene y traslada a su sede en Pamplona, donde topa con Gregorio Apesteguía, quien, siguiendo su despiadada rutina, lo traslada a Ororbia, donde el capellán del Asilo, Echevarne, lo confiesa antes de ser conducido al alto de Ibero. Allí de rodillas, implora por su vida, prometiendo delatar una conspiración para tomar el fuerte, apoderarse de las armas y marchar contra Pamplona; los pistoleros, confundidos, deciden entregarlo al gobierno militar, donde recita esta fábula, y respira cuando queda tras las rejas de la prisión provincial. El fiscal tilda la historia como fruto de una imaginación calenturienta, en un momento en que creyéndose que lo iban a fusilar, urde una estratagema que lo evite. Lo notable es que muestra que el estamento judicial era consciente de la comisión de esas ejecuciones, al margen de todo procedimiento.