La versión proscrita

Pudo haber algún enfrentamiento armado puntual por parte de algunos de los fugados -sólo uno de cada diez pudieron ir armados-, gentes resueltas y que defendían su vida en la huída, pero frente a esta versión de enfrentamiento entre dos grupos combatientes, se levanta otra más consistente y es que se trató de una matanza de fugados que habían ridiculizado a los militares con su evasión y fueron cazados como si fuesen alimañas por decisión del mando militar. Así lo relataban en el libro los protagonistas de la evasión, que sufrieron la cacería.

Sus relatos encuentran ahora otros apoyos que corroboran su versión:

  • Los numerosos testimonios de los valles, vecindario de Eugi, Urtasun, Iragi o Agorreta, testigos presenciales que detallan capturas y fusilamientos de presos ya capturados y desarmados, desmintiendo la versión oficial.
  • Otra fuente, la documentación del consulado republicano en Hendaia, conservada en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid, recoge diversos testimonios de soldados que participaron en la persecución de los fugados. A lo largo del verano de 1938, docenas de evadidos desde el campo rebelde, cruzan la frontera desde el río Bidasoa o los montes de Navarra y acuden al consulado de la República en Hendaia, dada su mayor cercanía a la frontera. Después de prestar declaración ante el Servicio Especial de información del canciller Anastasio Blanco Elola, la mayoría son conminados a regresar a Barcelona, en la zona republicana. Algunos de ellos, los que aquí interesan, eran soldados de reemplazo destacados en la guardia de la frontera que abandonan su puesto y cruzan la muga. Como desertores de esas guarniciones, dan una idea aproximada del despliegue de las tropas de la frontera y como vivieron la fuga de presos del Fuerte.

Había una razón para que los funcionarios consulares, en ése verano de 1938 insistiesen sobre la fuga de Ezkaba en los interrogatorios a estos desertores. El 26 de mayo, el consulado recibe un telegrama procedente del Consejo de Ministros, atendiendo a una petición del general Miaja, general en Jefe de la Junta de Defensa de Madrid, indagando si entre los escapados se encuentra un hijo suyo, teniente que fue capturado, noticia de su captura a la que el Pensamiento Navarro de 18-9-1936 dedicó la portada, por lo que cabía pensar que podía estar preso en Pamplona.  No se recoge su presencia en el Registro del Fuerte, pero ello es poco indicativo para ese periodo.

Los relatos de éstos soldados que por su servicio en la frontera habían participado en la persecución de los fugados son clarificadores: Jacinto Torrent, natural de Juneda (Lleida), atribuye la orden de no dar alto el fuego y tirar a boca jarro a los fugados al general Los Arcos, jefe militar de la Plaza en Pamplona. Otros desertores, Luis Yoldi Valencia, 29 años, de Pamplona; Abdón Muguia Armendáriz, 30 años, de Mendavia; Luis Izaguirre Ansuategui, 30 años, de Basauri, coinciden haber recibido la tropa la orden superior de no hacer prisioneros, sino disparar a matar. Ninguno de los desertores cita que hubiese respuesta armada por parte de los fugitivos, a pesar de que portaban los 67 fusiles incautados a la guarnición del Fuerte (En agosto, cuando fusilan a los promotores, se cita que 52 no habían sido recuperados). Más bien hay declaraciones en contrario, de un grupo capturado en Eugi que declinaron usarlas contra los soldados de reemplazo, por considerarlos que participaban obligados. Estos soldados desertores, una vez a salvo, no quedaban forzados a dar una opinión que no se correspondiese a la realidad vivida y en todo caso sus declaraciones son más coherentes con la brutal mortandad de 206 evadidos. Un Informe interno del cónsul de Hendaia, Antonio Múgica de 3 de junio de 1938 refuerza esa impresión: “existe pesimismo en cuanto a los fugitivos, existiendo órdenes entre la fuerza rebelde de no conceder cuartel”.

  • Otra fuente, la misma justicia militar, se encargó de desmentir la versión de la muerte en combate. El Juez instructor, coronel militar, en la declaración de Baltasar Rabanillo, ese mismo día 24 ya anota a Picó –página 200 del sumario- como “fusilado”.
  • La justicia civil, en este caso, el Juzgado de Cotobad (Pontevedra), recoge la inscripción de defunción de Atilano Godoy Calvelo (preso 1074), de donde era originario y con motivo del expediente 259/1946, –Tomo 34, folio 87 vuelto-. En la inscripción figura sin recato: “Falleció en Juslapeña-Nabarra el 25 de mayo de 1938 – Fusilado”.
Atilano Godoy en Registro de Cotobad

Atilano Godoy en Registro de Cotobad

 

Atilano Godoy en Registro de Cotobad

Atilano Godoy en Registro de Cotobad

 

Atilano Godoy en Esteribar

Atilano Godoy en Esteribar