La relación de los cuerpos armados que intervienen en la persecución figura en la Información 30/1941, abierta por el juzgado militar de Burgos, “para la averiguación de los hechos y méritos contraídos en esos servicios de campaña”, por considerarlo acción de guerra.
El expediente nombra al batallón 331 de la guarnición de Pamplona, encargado de la custodia del fuerte, y al grupo mixto de ingenieros zapadores. Junto a la tropa regular, las milicias requetés y falangistas, Guardia Civil y el Cuerpo de Carabineros.
No figuran, pero intervinieron sobre el terreno, las tropas desplegadas para la vigilancia de fronteras: en Burguete el batallón 332 y, en Elizondo, el batallón 334, con destacamentos en poblaciones menores. De modo secundario, el batallón 327 en Vera de Bidasoa (Bera), y el 330 en Isaba y Uztarroz. El general Castro Girona, inspector general de la Frontera Norte, detalla en informe de 10 de abril de 1938 la composición de estos cuatro batallones, con 2020 efectivos, de los que deducidos 700 de apoyo, quedan 1320 para la vigilancia de 132 km de frontera en Navarra, que juzga insuficiente.
El batallón de Orden Público 415 desplegó efectivos, traídos de Gipuzkoa, en la zona de Leitza, y el regimiento Arapiles, en Estella, fue puesto en estado de alerta en la noche del 22 de mayo, si bien no llegó a intervenir.
Buena parte de estos batallones de guarnición procedían del carlista Tercio Roncesvalles-Fronteras, constituido por requetés que tomaron el control fronterizo en julio de 1936, integrados en 1937 en estos batallones regulares del ejército rebelde, aunque la dirección carlista se esforzaba en conservar la denominación de Tercio. Abdón Muguía figura en el contingente carlista de Mendavia, prestando servicio en el Tercio de Fronteras, pero cuando deserta se presenta en el consulado republicano de Hendaya como soldado en el batallón Sicilia n.º 8.
El Fondo Lizarza sobre la participación carlista en la guerra cifra su presencia en los batallones de Elizondo en 219 requetés, y 191 en Burguete. En Pamplona, la 3.ª y 4.ª compañías del Tercio (199 y 69 requetés), distribuidos en destinos como el hospital carlista Alfonso Carlos, sito en el Seminario sacerdotal, cuyos retenes fueron movilizados en esta persecución.[1] En el Fondo no ha quedado constancia de su actuación en este operativo. No era una gloriosa página para la posteridad.
Los soldados de reemplazo que participaron en la persecución no siempre eran fiables. La deserción del soldado Muguía no fue un hecho aislado. El Estado Mayor en Burgos ordenó en marzo de 1938 al general inspector de la frontera pirenaica frenar estas deserciones. En mayo, esta Inspección relaciona los elementos peligrosos, contrarios al Movimiento Nacional, presentes en cada batallón. Destaca el 330, con el desproporcionado porcentaje del 24% de sus efectivos, por lo que se dispone sean distribuidos en batallones del ejército del Norte. El informe no ahorra calificativos: Aniceto Guerrero, comunista peligroso; Tomás Díaz, CNT incendiario; Segundo Gil, UGT peligrosísimo. De estos desleales añade: “Por el Gobierno Militar se han tomado las medidas para detener a los familiares de los desertores”. No era una baladronada. Rosa Ramírez, esposa del desertor Muguía, permaneció detenida hasta el fin de la guerra.
Estas drásticas medidas no evitaron nuevas defecciones, facilitadas por la cercanía fronteriza. Así lo atestiguan los informes del consulado de Hendaya,[2] donde se presentan, y que sirven para constatar su intervención contra los fugados:
Abdón Muguía, de Mendavia, hacía servicios de vigilancia. La noche del 30 de julio de 1938 deserta y llega a Saint Jean Pied de Port. Presta declaración el 2 de agosto: “en Burguete tienen destacados los facciosos unos 120 hombres con su Estado Mayor alojado en el Hotel Burguete, pertenecientes al batallón de Montaña de Sicilia n.º 8. “[…] Cuando se evadieron los presos de San Cristóbal, les hicieron acostarse vestidos indicándoles que se levantaran a la primera llamada y que ésta llegó a las dos de la mañana, y que entonces les hicieron bajar a las bifurcaciones de las carreteras con la orden de que dispararan sobre el que vieran, pues no hacía falta prisioneros”.
Luis Yoldi Valencia, de Pamplona, afiliado a CNT. Abandonó el servicio y cruzó por Ainhoa. Declara: “Cuando se fugaron del fuerte de San Cristóbal los presos, al declarante y sus compañeros les dieron la orden de no hacer prisioneros, sino de disparar contra el primero que vieran […] oyó decir que otros grupos de soldados sí habían visto a algunos y que los habían matado en el acto”.
Pedro Chueca Zapatari, de Arguedas, acantonado en Burguete, deserta el 20 de julio y pasa a Urepel: “En Burguete están para atender los servicios de fronteras unos 500 hombres”.
Luis Izaguirre Ansuátegui, de Basauri, afiliado a Solidarios Vascos. El 25 de agosto franqueó la frontera desde Errazu y llegó a Saint Etienne de Baigorry: “En Elizondo hay un batallón compuesto por más de quinientos hombres. Entre requetés y falangistas habrá unos 250 hombres, y carabineros muy pocos. El que manda la fuerza es el Comandante Eladio (?) Bascones, que actualmente está encarcelado por asuntos de contrabando”. Este comandante, Macario Bascones, militar africanista, fue efectivamente procesado y encarcelado en Pamplona en octubre de 1938, a consecuencia de su ilícito enriquecimiento.[3]
Un informe del consulado republicano de Hendaya, de 29 de agosto de 1938, sitúa al capitán Lipuzcoa en Burguete y a Bascones en Elizondo, entre los mandos de los 1500 hombres y 200 falangistas destacados para la custodia fronteriza entre las mugas 1-130.
Junto a las unidades regulares, la Milicia Nacional, carlistas y falangistas.
Las declaraciones de los capturados ponen de relieve su significativa presencia en el operativo. También se refleja en las fichas de excombatientes requetés y falangistas.[4] Así, Julio Elorz, requeté de Cadreita, anota en su ficha: “el 18 de mayo del 38 salí también a la recogida de presos escapados de aquel día al mando de 22 Requetés”. Estuvo desplegado en Oricain, donde recuperó dos fusiles y dos paquetes con papeles cogidos a los fugados. Eleuterio Arbizu, falangista de Cirauqui: “…durante cinco meses, en unión de la fuerza de la Guardia Civil de Cirauqui, prestó servicios en Fronteras, y más tarde, cuando la fuga de presos de Pamplona”. Jacinto Artajo, de Pamplona: “el día 24 de mayo, al fugarse los presos de la fortaleza de San Cristóbal fue requerido con seis requetés y prestó sus servicios en la misma”.
Julio Aróstegui, en Los combatientes carlistas en la guerra civil 1936-1939, sitúa a estos milicianos en localidades como Mugaire (entre 40-50), Beartzun y Maya (100), Eugi (77), Erratzu, Elizondo (150) o valle de Erro, pero también está constatada en puntos como Olague o Lantz. Un total de 1688 en junio de 1938. No difiere sustancialmente de los 1249 (633 requetés y 616 falangistas) que da el teniente coronel jefe del destacamento de fronteras el 23 de febrero de 1937, al solicitar ese número de raciones de rancho para las tropas a su cargo.[5]
Otro cuerpo profesional protagonista es la Guardia Civil, que elabora la mayoría de los informes existentes en los sumarios. Aunque disponía de cuarteles en Eugi o Erro, es en Zubiri, eje neurálgico del valle de Esteribar, donde establece el centro de las operaciones: unas oficinas cerca de la iglesia parroquial, complementando al puesto en la llamada Ranchería, donde hoy se ubican unas instalaciones deportivas. Las felicitaciones alcanzan a 59 miembros, entre números y oficiales.
El Cuerpo de Carabineros se atribuyó el grueso de las detenciones, si bien eran mayoritariamente capturas previas de milicianos requetés o vecinos de los valles. La Información 30/1941 homenajea a 44 carabineros. Para entonces, el Cuerpo había sido depurado debido a su mayoritaria lealtad republicana, como lo muestra el goteo de carabineros presos en el Fuerte, entre ellos Isidro López, quien participa en la fuga y muere, o el sargento del puesto de Eugi, Eugenio Benedid, quien se pasó al bando gubernamental y participó en la defensa de Bilbao con el batallón Casero. Evita caer prisionero en Santoña y, atravesando las líneas enemigas, se encamina por monte hacia Francia en compañía de otro carabinero, Benigno Simón. Son sorprendidos y tiroteados en Latasa (Navarra), pero por su conocimiento del terreno, cruzan la frontera por Quinto-Kintoa y regresan a Cataluña. Con el fin de la guerra, es encarcelado en Pamplona. El comandante del puesto de la Guardia Civil en Eugi, Julián Encabo, inmisericorde perseguidor de los fugados del fuerte, declaró que Benedid “era amigo de contrabandistas y admirador del maldito Frente Popular, repartiendo su propaganda por bordas y pueblos en febrero de 1936”.[6]
Una estimación creíble de los armados intervinientes difícilmente alcanzaría los dos mil efectivos, retenidos en la persecución por un plazo inferior a un mes. La prensa francesa filorrepublicana, como Ce Soir, el 30 de mayo, o Le Sud-Ouest el 8 de junio, en una evidente exageración, infló hasta los diez mil los perseguidores desplegados. En cualquier caso, fue considerable el esfuerzo para contener la marcha de los evadidos hacia la frontera. Ahora bien, no se retiraron tropas del frente ni sus operaciones militares se vieron comprometidas, si esa fue una de las intenciones de los promotores de la revuelta.
Los testimonios de evadidos[7]dicen que militares y carabineros los devolvían al fuerte, mientras que falangistas o requetés ejecutaban a los detenidos, aunque hay quienes interceden por un requeté (E. del Cura), un falangista (M. González), o en contra de un militar (Bóveda), como para concluir que hubo excepciones en todos los sentidos; o a la contra, que todos dispararon.
[1] Su presencia es confirmada en Jimeno Jurío, El fuerte de San Cristóbal/ Ezkaba …, p. 196: Makirriain […] A la otra mañana ya vinieron unos requetés (que estaban en el hospital).