La dificultad de cotejar la versión del levantamiento falangista, el férreo control informativo y la ambigüedad de la nota oficial franquista alimentaron las especulaciones sobre la evasión y su significado en el bando republicano, que abrazó la teoría del motín falangista contra Franco. Todos los medios participaron en una intoxicación que difuminó tanto la fuga, como la subsiguiente mortandad de fugitivos.
El bando republicano, abrumado por otras urgencias –en política internacional, con un nazismo rampante; y en el frente bélico, el curso de la ofensiva en el Ebro–, no se molestó en corregir su versión. La heroica fuga quedó enmudecida, víctima de la manipulación.[1] Y, sin embargo, contaban con elementos para conocer la verdad por la presencia de los tres fugados que llegan a Francia, quienes proclaman su pertenencia a UGT y CNT, son interrogados por el cónsul republicano en Hendaya, y posteriormente en Barcelona por responsables de los servicios de información, SIDE.
La documentación del gobierno de la República muestra que se indagó sobre la presencia en la fuga de diversos presos republicanos:[2]
- El 26 de mayo, el consulado de Hendaya recibe un telegrama procedente del Consejo de ministros, a petición del general Miaja, jefe de la Junta de Defensa de Madrid, preguntando si entre los escapados se encuentra su hijo, teniente, de cuya captura el Pensamiento Navarro de 18-9-1936 hizo portada. El Socialista, a pesar de relacionar fuga y falangistas, se preguntaba el 25 de mayo: ¿Figura entre ellos un hijo del general Miaja?
- En junio reciben otra carta interesándose por si entre los evadidos figuraba el leonés Enrique Álvarez, preso en el fuerte –quien no participó en la evasión–.
- El subsecretario del ministerio de Estado trasmite al ministro de la Gobernación, Paulino Gómez, un informe del embajador en París, exponiendo que “los 1110 que se habían evadido hace una semana, han sido hechos prisioneros o muertos, quedando solamente unos treinta refugiados en un bosque a 20 km de la frontera, ninguno de los cuales ha podido entrar en Francia. […] En vista de ello se ha suspendido la gestión y no le remito las listas ofrecidas”. Quizá trataba de constatar la presencia de otros relevantes prisioneros. Lo llamativo es que el informe del embajador es una trascripción literal del The Times del 30 de mayo, cuya fuente, a su vez, era la Comandancia Militar del Bidasoa, en Irún. A este desconcierto informativo no le fue ajeno el relevo, en junio de 1938, de los cónsules de Hendaya y Bayona, Antonio Múgica y Pedro Lecuona.
Tan solo se vislumbró una autocrítica en La Vanguardia de 25 de agosto, al reconocer que atribuir a Yagüe un liderazgo falangista contra Franco había sido muy optimista; la evasión había sido “solo una fuga de presos”. En Barcelona recalaron los tres fugados que pasaron a Francia, siendo entrevistados en prensa y radio, lo que habría determinado esa matización.
La restitución a los presos republicanos de esta gesta no tuvo que esperar a la democracia. El Eusko Deya de julio-agosto de 1963, con motivo del nombramiento del socialista bilbaíno Juan Iglesias, miembro del Gobierno Vasco en el exilio, recordaba su papel en la fuga, en la que fue organizador y en la que perdió un brazo, si bien comete algún error disculpable, datando la fuga en febrero de 1938 y dando la cifra de 340 fugados muertos.
Por su parte, los carceleros del fuerte buscaron evitar que se filtrase el logro de los presos que llegan a Francia, y que ello elevase la moral de los presos. Las órdenes del director se suceden: su circular del 6 de junio suspende las comunicaciones con el exterior; el 13 de junio prohíbe la entrada de lecturas, y el 23 de julio “prohíbe rigurosamente la comunicación postal de los reclusos con el extranjero, así como la recepción y entrega a los penados de las cartas que provengan de otras naciones“.