2011
Elena Del Rosario, en Urtasun, nos acompaña al cementerio, a la bajada del río y a la fuente de Tellari, mostrando los lugares tantas veces oídos y paseados con su madre y su tía Leonor. En la conversación, Elena cae en cuenta que también ella pudo conocer al fugado, si bien su recuerdo es vago y que quien mejor podrá recordarlo es su vecino, Juan A. Reta. Requerido este, relatan el encuentro con el forastero.
Juan Antonio calibra que fue antes del viaje que hizo a Grenville, California, en el año 2000, donde vive su hermana. Según Elena, fue antes de la muerte de su padre, en 2002, ya que él también estuvo presente en aquel encuentro.
Sobre su aspecto físico, lo dibuja como más bien corpulento y de una altura aproximada de 1,75 m., similar a la que da Leandro, y que tendría unos 75 años. Recuerda que llegó una tarde, todavía con luz y más bien de verano. Aparcó en la plaza un todoterreno oscuro, que no era de matrícula extranjera, una tarde soleada –a diferencia de su visita a Iragi–. Se acercó y entabló conversación, comentando que había venido de visita, como jubilado, desde los EE. UU, donde residía, a reconocer el terreno por donde escapó del fuerte, preguntando por unas peñas que no pudo identificar y por el paradero de quienes habían sido sus compañeros de fuga.
Citó que era de un pueblo de la Ribera en el que hubo muchos detenidos en el fuerte. Como no encontraron a su padre, que era a quien buscaban, se lo llevaron a él. Les contó que venían un grupo de escapados, y que por la parte de Usetxi, hacia el alto de Egozkue, tropezaron con un pastor, de quien toda la vida sospechó que pudo delatar su presencia, pues más adelante toparon con los perseguidores. En la refriega, logró escabullirse y calcula que a los otros los capturaron, pero conocer su paradero era una de las razones de su presencia. Juan Antonio no recuerda que comentase que fuese herido, pero sí que tardó otros dos días en pasar la frontera; que llegó a un caserío ya con los pies destrozados, donde fue bien atendido y estuvo colaborando hasta su recuperación.
Más adelante pudo llegar a California, donde había montado una flota de camiones o de autobuses, que ahora llevaban sus hijos. Elena recuerda que no pudo entrar en contacto con su familia por mucho tiempo, por el temor a represalias y que comentó que venía ya como jubilado.